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Movilnet, un barco a la deriva

  "Capitán, ¡se hunde sin remedio!" gritó el oficial a su capitán mientras corría desesperado fuera del puente de mando. "¡Sálvese quien pueda!" gritó un segundo tripulante antes de correr en la misma dirección del oficial. Ante toda esta escena, el capitán del buque se quedó mirando, como hipnotizado, como todos los controles de la nave empezaban a apagarse, quedando esta a la deriva y sin control. Abajo, en la sala de máquinas, los tripulantes de la nave gritaban con las manos en la cabeza mientras intentaban alcanzar la salida, el agua entrando sin pausa, pero sin prisas, por las fracturas que había sufrido el casco, después de haber acariciado con la velocidad suficiente un tempano en medio del mar. Pronto, nadie de la tripulación, sólo el atontado capitán, permanecía a bordo del barco. Pero no era así para los pasajeros, que disfrutaban de la música y de las constantes proyecciones cinematográficas de tiempos mejores que aparecían en las grandes pantallas del

Y nadie sabe de la luz


 

Y la luz se fue otra vez, por tercera vez ese día y séptima vez esa semana... Y nadie sabe... y nadie supo... fue horrible.

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En la Venezuela de la supervivencia, muchos jóvenes nos llevamos la peor parte, mirando al otro lado de la vía, en la distancia las metas frustradas de aquellos logros que la generación anterior definía como señales de éxito, como la compra del carro y del apartamento, los viajes de vacaciones y todo eso, mientras transitaba por una carretera maltrecha llena de inflación, matadera de tigres, dolores de ánimo y mucha, mucha nada.

En medio de esa realidad, mi esposa de 29 años aprendió, de manera autodidacta, a gestionar cuentas de Instagram para pequeños emprendimientos, elaborando imágenes preciosas, gestionando calendarios de contenido y todas esas cosas chéveres que hace un community manager. Así consiguió dos clientes y, aunque el trabajo llueve a borbotones, la paga ayuda a resolver.

Una vez que ambas cuentas están gestionadas, se va a hacer helados de yogurt, un misterioso arte que honestamente yo todavía no comprendo y del que resultan unos sabrosos chupis de yogurt de piña, fresa y durazno.

Yo, por mi parte, además de empezar un proyecto como repartidor o, más criollamente, "mandadero",

me dedico a reparar computadoras y a mantener un blog de tecnología que ya ha reportado sus primeros dólares por medio de la venta de artículos patrocinados. La cosa había estado menos patas pa'rriba en esta Venezuela de constante caos hasta que se fue la luz... Y luego se volvió a ir... Y después se fue otra vez.

"No hay helados, se descongelaron", dijo Elizabeth a una de las clientes el lunes 21 de septiembre a eso de las 6:30 de la tarde. Acababa de irse la luz y era ya el cuarto apagón del día. El primero fue a las 5:00am y duró más o menos tres minutos, los otros dos fueron más largos, ambos en el transcurso de la mañana.

Después de ese apagón, la luz se fue dos veces más, para seis fallas eléctricas en total. Ese lunes no se hizo helados.

El martes, cuando escribí este post, otros tres cortes eléctricos torturaron a los sanjuaneros, mientras los helados se descongelaban, las carnes se dañaban, los aliños se marchitaban y los trabajos se atrasaban. Mi esposa no había podido hacer ninguna de las montones de publicaciones que tenía pendiente y andaba enojada y frustrada, tratando de explicarle la situación a sus clientes que, por suerte, también estaban viviendo la misma situación.

"Y nadie sabe nada, chico"

Dijo una vecina, agregando que se habían quemado tres bombillos de su casa, "esa gente no avisa, pareciera que le gusta torturar a uno". Otro vecino mentaba madres porque había perdido dos trabajos reparando las ruedas de unas motos, la gente se fue porque, al perder tanto tiempo entre corte y corte, no había podido terminar los trabajos.

Yo, por mi parte, empecé a buscar respuestas en las cuentas oficiales. Pero resulta que el gobierno del pueblo ya no está ahí para el pueblo, le cerró las puertas en la cara. La cuenta de Instagram de la gobernación del Estado Guárico "limitó" los comentarios, lo mismo hizo la de la alcaldía del municipio Roscio, y en twitter, Corpoelec Informa "no se dio cuenta" de mis denuncias. Curiosamente, a la cuenta de Corpoelec Guárico, que meses atrás me había bloqueado, supongo que por fastidioso, está suspendida.

Así que no hay información oficial ni de Corpoelec, ni del presidente, ni del pana que dirige la gobernación, ni de la señora que está en la alcaldía. La luz se va a cualquier hora, por un lapso de tiempo que sólo Dios conoce. A nadie le da tiempo de apagar sus computadoras, de desenchufar sus aires acondicionados o de cargar sus teléfonos celulares o puntos de venta... O de congelar sus helados.

A nadie le importa si se te quema alguno de esos, tampoco, te queda agarrar tu arrecherón y mentarle la madre a una nube, a una mata o a la pared porque nadie, absolutamente nadie te informa o te responde sobre nada.

Y así pasa con el gas, con la gasolina, con el agua, con el país, con la paciencia, con los sueños y con las ganas que se siguen apagando lentamente cada día que pasa en este frustrante país.

"No trabajes, ¿para qué vas a trabajar? Siéntate a esperar a que llegue otro bono, eso es lo que quieren, porque parece que hicieran todo a propósito para que uno no sea libre nunca", me dijeron hoy después del tercer corte del día. "No soy así, me arrecha, pero ni me voy a callar, ni me voy a sentar. Así no soy yo, a sonreír y a seguir empujando", respondí, mientras mi cerebro soltaba una amable y cordial mentada de madre con nombres y apellidos.

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